Figura Viviente


Rosa Elina Rivas

Mi semí me mira fijamente en el espejo,
aludiendo sobre la bufanda que adorna el sayo
y con tropezones, raspaduras y coágulos de barro,
descubre la rutina que enseña los huesos
abrazados en frente de él.

Mayo es ante la luna, el mar afable,
unos pétalos trasnochados de clavel
cuando frota su mano clandestina en horas lúgubres.

Se hace de mis herejías abstractas en sorbos de café,
terrón de remolacha y un pan atrapado en dientes.

Se ríe en sarcasmos y quiere proseguir su andanza
sin manos, sin pies, sin alma,
solo con dos piedras de neón
utilizando el tiempo como palo de hebras que barre
y un baraño que mengua en el baño de su siglo acrónimo.

Mi semí murmura a su reflejo que sea sutil
al entrar en la lozanía agreste
que conserva la fantasía de las curvas blancas de la noche
cuando mis manos recogen enredos de ramas moribundas
y una llama las ilumina.

Sordo se hace ante la noche
y la noche sorda ante él despreciándome
por las figuras negras que cubren el aren.

En instantes me mira malhumorado
y en otros satisfecho.

Mi cuerpo anestesiado no lo percibe,
solo el globo de cristal que lo acurruca en su siesta.

Las puertas se abren,
las ventanas se cierran
queriendo tartamudear.

Dudo el ruido
y atenta me hago al iceberg
que decora mi cuarto
y la pobre luz marchita.

Mi semí se rompe,
mis ojos también,
llegan los temblores
con noche larga, tenue
y entra la soledad
como si fuera fantasma
con ojos de despecho.

Rosa Elina Rivas Díaz

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