Alienación

Mahathan, Tyler Burke
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Las ciudades son un libro cuyas páginas se reescriben infinitamente. Cada persona constituye una de esas páginas; por lo que cobran sentido los cambios repentinos, las mentiras, los pensamientos acusativos y la posibilidad de adivinar el final de la historia.

Cuando pertenecemos a una ciudad determinada, y somos parte de una rutina predecible e impredecible al mismo tiempo; los parámetros por los cuales se rigen los pensamientos empiezan un proceso de adaptación prácticamente involuntario. Es entonces cuando las ciudades se mueven al ritmo de una monotonía desesperante, cuando los ciudadanos adaptan ciertas costumbres inadecuadas. 

Mi nombre es Ivonne, tengo 26 años, un perro llamado Lion y dos ex-novios que aún me molestan. Vivo en Manhattan y no me gusta la comida recalentada. Lo que si me encantan son las mañanas tibias, el olor a primavera, el shampoo fresco y casi recién aplicado, los versos de Benedetti, las novelas de Márquez y algunas veces lo que escribo. Pero yo no soy importante, al menos no tanto como la historia que te quiero contar. Debes saber de ante mano que mis palabras son inquietas, que saltan de un lado a otro y que muchas veces no siguen reglas fijas; salvo algunas veces en que lo que escribo se distancia de mí misma; me refiero a que por momentos no sé si soy yo quien escribe o alguien más. 

Aquí en New York las historias vuelan libres, te pasan por el lado, te saludan, te hablan, incluso pueden decirte que te vayas al diablo; así son, como los hombres infieles, que mientras más se encariña uno con ellos, más se divierten ellos con las demás. He estado saliendo con un muchacho humilde... ¡Pero ya!, a lo que nos acoge...

Basta salir a la calle para verlos sumergidos en esa rutina infernal, pero si fuese una rutina donde la bondad actuara como materia prima; otra gallina cantaría. Quizás en otra dimensión, estoy segura que sí. Por ejemplo, cuando miro a muchos dejando la basura en los bancos del subterráneo, enseguida imagino, no, no imagino, veo, veo a la misma persona efectuando la acción correcta. Cuando dije "veo", quiero que se entienda que lo digo literalmente, que en realidad, justo al momento en que se para y se marcha el impostor, el original hace acto de presencia y justifica la historia. 

No te conozco, es por eso que debo asegurarme de que entiendas lo que te cuento. Ahora bien, si te digo lo que frecuentemente me pasa con algunos hombres, es seguro que me lo vas a creer, primero porque si eres mujer entenderás perfectamente, y si eres hombre sabrás de lo que hablo. Sí, me han acosado de todas las maneras, me han agarrado las nalgas en el Subway e incluso me han perseguido por varias cuadras. Mejor dejamos ese cuento para otra historia, porque podría escribir un libro completo sobre esos incidentes.
Frecuentemente siento que estoy sola en esta batalla contra la rutina infernal, contra la mala educación, el cáncer que camina la ciudad, las reglas estúpidas, la arrogancia y la falsedad de la generación que me ha tocado vivir. ¿Amigas? Muy pocas, pero incluso esas pocas ya han contraído el virus del materialismo, lo que me deja con Lion, ¡vaya curiosidad! Siempre un perro nos enseña más que el 90% de los humanos. 

Camino por las calles, me subo al tren 6, luego a un bus, y se pueden contar con los dedos de las manos las personas que no son obesas. Dejemos algo en claro, la obesidad no es un estado normal, es una enfermedad y debe ser tratada como tal. Las personas son tan ñoñas, tan ignorantes, tan egoístas, tan haraganas, tan poco personas. Se despiertan y no saben tan siquiera qué ha pasado, vuelven a dormir y no saben lo que pasa. 

Lo predijo Orwell en 1946, en su ensayo: "The prevention of literature". —las personas no gastan ni siquiera una cuarta parte en leer; pero sí en otras recreaciones.— 
Me gustaría ir al cine, pero no sé, este fin de semana saldrá una película de superhéroes y todo New York se lanzará hacia los cines; mejor no, mejor espero 3 semanas hasta que la fiebre se les pase. Es lo de siempre, la gente compra lo que le venden, y todos creen que significa gran cosa el que estén haciendo lo mismo, dejando a un lado la originalidad y el pensamiento crítico. 

Imagine entonces y presione el botón de su cerebro que visualiza en cámara lenta: 
El puño arrojado la mano que acaricia, la mirada acusativa el pensamiento sereno, el cigarrillo encendido la caducidad de la nicotina, ofensas verbales expresiones de bondad, el padre abusivo la paternidad sublime, la mentira oculta el innecesario deseo, el virus del dinero la humildad curativa. 

Es un siempre nadar, nadar contra la corriente que muchas veces trae troncos, yaguas, cocos, incluso hasta colchones los cuales tengo que evadir sumergiéndome por un minuto; para luego volver a sacar la cabeza y nadar, siempre nadar. 

Al muchacho lo conocí mientras paseaba a Lion por Central Park. Ya lo había visto antes y nos habíamos saludado con la mirada, pero nunca habíamos hablado, no hasta que trotando junto a mí me dijo hola con una sonrisa de novela, de novela literaria por su puesto; ya que no debe uno perder el tiempo con esas trampas televisivas. Hemos estado saliendo por un mes, y hasta el momento se muestra educado y humilde. 

Me resulta repugnante el comportamiento de muchas mujeres, las críticas, el si se viste uno así o azá, las denigraciones y cuantas patrañas puedan imaginarse. También las feministas que nunca han leído a Virgina Woolf y si la han leído no la han entendido, principalmente su libro "A Room of One's Own"; me parecen falsas idealistas que piensan que el feminismo sirve para expresar sus frustraciones personales y no para mejorar el mundo como tal. Estoy cansada de mujeres que piden igualdad sólo cuando les conviene. Igualdad es el objetivo, pero una igualdad entregada al mejoramiento del mundo en general, del ser humano como materia viva, no como un compuesto de carne, huesos, sangre, arterias y órganos que camina por la calle incapaz de entender su razón de existir. 
Bien, ya que me conoces un poco mejor, creo que es tiempo de esclarecer las aguas. Te confieso que he tratado de mirar el mundo de una manera más común; pero las circunstancias no me dejaron otra alternativa. En todo caso por eso decidí contar mi historia, más bien parte de mi historia; pues quizás quien la lea o la escuche, pueda de alguna forma encontrarse conmigo, pueda incluso llegar a donde estoy y ser parte de lo que soy. Llegado el momento, yo estaré lista para recibirte con los brazos abiertos. 

Debe entenderse que mi felicidad nunca ha dependido del estado de ánimo de otras personas, como tampoco ha dependido de mi condición como parte de esta ciudad. Es entonces cuando al leer las páginas, puedo atisbar los pensamientos de una manera fácil, puedo deducir incluso, el final de la historia; ya que se observa con tanta claridad, que no podría terminar de alguna otra forma. No creas que baso lo que digo en meras conjeturas o imaginaciones, ¡no!, lo que te cuento ha sido el resultado de años de experiencia, donde he palpado las degradaciones y decadencias de los habitantes. 

Quizás porque vivo en una especie de doble dimensión, donde puedo moverme con una facilidad aterrante; me resulta casi normal, todo lo que trae consigo éste viaje. Bueno, es tan sencillo como imaginar la caída libre de una manzana, donde inmediatamente sabemos que terminará en el suelo; pero mientras cae, mientras aún no ha terminado su trayectoria, podemos ver todo lo que sucede. Si te recuerdas del párrafo donde te pido que presiones el botón de tu cerebro que visualiza en cámara lenta; y aplicamos lo mismo aquí; verás como la manzana no toca el suelo inmediatamente, y ahí es donde entras tú, observando el color, el volumen, la rapidez, el proceso giratorio, el tallo, la piel e incluso el corazón. Observas los años, uno por uno transcurren al leve roce del aire que ella corta sin poder detenerse, sin una pausa que la ayude a entender su caída, sin una rama que la despierte y la ayude a cambiar su trayectoria. El muchacho dejó de contactarme, ha de haberse percatado de mi condición. No lo juzgo, es posible que yo cambiara de plano mientras estábamos juntos y por ahí empezó la cosa; o quizás se lo dije, quizás me atreví a confesarle, que le veía doblemente, a él y a su otro. 

Tal como la manzana de Newton cae de forma perpendicular hacia el suelo, atraída por esa fuerza invisible; caen las páginas de la ciudad. Todas caen, unas tras otras; pero no todas con la misma velocidad, no todas de la misma forma y cumpliendo los mismos objetivos. Sí, podemos romper las leyes, podemos (mientras cortamos el viento) detenernos y lanzarnos hacia los lados, explorar, encontrar, vivir verdaderamente; entonces al ocurrir el inevitable contacto con el suelo; habremos llegado sin remordimiento al final de la página. 


Fecha: Mayo 13 del 2019.


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